El Mercurio de Antofagasta
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Recuperación del centro
Por el centro de Antofagasta circulan mujeres de diferentes clases, adultas, mayores, adolescentes y niñas. Sus miradas diversas nos indican que su destino es el trabajo, la universidad, el colegio. Algunas van vestidas de marca, otras van con ropa “de segunda mano”. Una hizo deporte antes de salir, otra apenas alcanzó a prepararse desayuno. Parte de ellas tomó alguna píldora de prevención de embarazo o vitamina o remedio para todos los males de este mundo. Circulan a pie o en transporte público o privado... todas llegan responsablemente a su destino. Tienen sueños, imaginan, tienen fantasías en todo orden de cosas: fantasías sociales, como que se resuelva la delincuencia y la ciudad sea bonita; fantasías profesionales, como obtener ese trabajo que le dé estabilidad en este mundo que le causa tanta inseguridad; fantasías económicas, como ganarse el Kino o ser famosa por un talento oculto. También hay fantasías amorosas, porque ellas son amor puro y completo, quizá por esa misma razón, alguna esté pensando en quedarse soltera; por supuesto, las mujeres también tienen fantasías íntimas, de esas que no se dicen en público, pero, a veces, medio en broma medio en serio, se puede compartir entre amigas, solo ellas nos reímos y brindamos por ello.

Todo esto pasa por nuestras cabezas mientras circulamos por el centro de Antofagasta. Somos seres muy sensibles, porque experimentamos más allá de los cinco sentidos. Observamos la ciudad, nos gusta la costanera, el color verde de los árboles, el celeste del cielo y el azul del mar, pero no nos gusta ver rucos, paredes rayadas y montones de basura. Olfateamos con agrado los buenos perfumes y con asco los olores de las calles de la ciudad. Tocamos pieles de nuestros hijos, de nuestros padres y de nosotras, por eso, al llegar a casa nos lavamos inmediatamente las manos cuando volvemos de la ciudad sucia y contaminada. Gustamos de la buena mesa, por esa razón, sabemos cuánto y cómo han subido los precios de la comida y de los productos para cocinar. “Está caro el kilo de guagua”, dicen coloquialmente algunas, uno de los factores de disminución de la tasa de natalidad por parte de las chilenas. Oímos con placer el sonido del mar y la música bonita, pero abusan del parlante y molestan los gritos, tanto como la música de suspenso que ponen en las noticias.

Así circulamos las mujeres por la ciudad de Antofagasta, somos parte del paisaje urbano, tan deteriorado y lentado. Por eso es valorable el anuncio de recuperación del centro de la ciudad de Antofagasta, realizado por los colegios San Luis, San Esteban, Santa María, Santo Tomás y Universidad del Alba, en conjunto con organizaciones públicas y privadas. Por fin, instituciones en las que confiamos tanto como para que eduquen a nuestros hijos, toman tan importante iniciativa, por lo que es esperable que toda la comunidad se haga parte.
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