Señor Director: Como viñamarino y porteño, no puedo dejar de lamentar el evidente y profundo deterioro del entorno de una región que otrora fue un pujante polo de desarrollo. Tengo “doble militancia” en la zona, ya que me crie en Viña del Mar y estudié en Valparaíso. Recuerdo que para ir a mi colegio subía por una escalera junto al imponente edificio patrimonial de “El Mercurio”. Hoy, su estado es ruinoso: desocupado, hundido su segundo piso por el fuego del denominado estallido social y sus imponentes puertas rayadas por grafitis. El edificio del Congreso, en la entrada de la avenida Pedro Montt, está literalmente rodeado de vendedores ambulantes de ropa que utilizan sus rejas para colgar la mercadería. Es el mismo comercio ambulante que atemoriza y obstaculiza el tránsito en las calles del plan de Viña del Mar. No es difícil ver allí en acción a las mafias territoriales que se toman terrenos, se apropian de las calzadas e incentivan el caos. En contrapartida, el éxodo o cierre de empresas y el freno a todo tipo de proyectos productivos ha sido la tónica de los últimos años. Una región abandonada, cuyas autoridades parecen no tener respeto por la historia ni conciencia del futuro. Las dramáticas estampas actuales del edificio de “El Mercurio” y del Congreso son símbolos de la ceguera de autoridades que no quieren ver lo que está ante sus ojos. Es hora de que los ciudadanos tomen la palabra. Jorge Bofill G. Abogado